LA LEYENDA DE LA LAGUNA DE CUMBA
- cultuejeliterario
- 2 oct 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 13 oct 2019
Esta es una de las tantas leyendas sobre la laguna encantada de mi querido resguardo.
A continuación entrare a contar lo que me han contado mis abuelos, muchas veces en las tulpas y otras veces en diferentes experiencias de mi vida, las cuales me han fortalecido y también eh aprovechado para aprender sobre la tradición del lenguaje desde mis abuelos, en esta ocasión aprovecho y traigo a contarles otro de los mitos de la laguna de Cumbal, ubicada en el resguardo de Muellamués y Cumbal, este mito me lo ha contado mi abuela María, mujer humilde pero de mucho conocimiento adquirido mediante las vivencias y la experiencia, me pongo a pensar ideas de diferentes filósofos que estudiaron la experiencia y digo, como hacían los mayores de mi resguardo para poner en práctica lo que los filósofos plantearon sin un saber previo, y bueno y sin más preámbulo comenzare con esta leyenda.
En el resguardo de Muellamués habitaba una familia humilde y muy trabajadora. Esta familia gozaba de una buena relación, pero sus hijos al pasar los años se independizaron y dejaron viviendo solos a sus padres en el resguardo. Sus hijos se sometieron al trabajo olvidando su cultura y arraigándose a otra diferente en una inmensa ciudad. Los ancianos vivían con un inmenso amor, recordando y contando historias de su juventud, sosteniéndose de una vaca lechera, la cual les proporcionaba lo suficiente para seguir adelante. Los ancianos no tan a menudo subían a Miraflores a traer el chancuco pero ese preciso día, motivados se levantaron a las 3 de la mañana para realizar su plan, ya que para llegar a Miraflores hay que recorrer mucho camino y solo contaban con un caballo (el cual se llamaba Bayo), y así ese día partieron a el lugar anhelado.
Cuando los ancianos pasaron por la laguna (lugar que tenían que pasar para llegar a Miraflores), escucharon el canto del gallo, que les estaba indicando el amanecer. Miraron una ciudad, pero ellos estaban conmovidos. Habían perdido la noción de la realidad desde el canto del gallo, fue como soñar o entrar en otra dimensión. Pero sucede que después ellos se despertaron en unos ladrillos y los ancianos viajaban a Miraflores para traer trago, el cual revendían en el resguardo. En ese instante, se les había olvidado su tarea y dijeron:
– ¡Ese trago no llevemos! Mejor llevemos unos ladrillos, los cuales nos servirán para sentar la olla en la tulpa.
Animados, prosiguieron a ponerle la carga a Bayo y así siguieron de regreso a su casa.
Todo parecía apuntar a que le habían puesto mucha carga, porque el caballo ya no quería continuar, entonces uno de los ancianos bajó los ladrillos y en ese instante ellos se dieron cuenta que lo que cargaban era oro, el cual estaba muy pesado. Entonces decidieron esconder un poco por el pajonal y para no perderse, dejaron señalando donde lo dejaron. Continuaron su camino a la casa y estaban muy felices por lo acontecido. Cuando llegaron a casa, bajaron los ladrillos de oro. Pensaron y dijeron:
– No los pongamos en la tulpa, hagamos algo mejor que eso, coloquémoslos uno en cada esquina de la casa.
De esta manera continuaron su vida de la mejor manera y con mucha más felicidad, disfrutando del oro y de su gran amor.
Por Daniel Andrés Quenan Hurtado
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